lunes, 7 de junio de 2010

Miedo

" Porque no vaya a ser que cansado de verte
Me meta en tus brazos para poseerte
Y te arranque las ropas y te bese los pies
Y te llame mi diosa y no pueda mirarte
De frente y te diga llorando después
Por favor tenme miedo
Tiembla mucho de miedo mujer
Porque no puede ser"


miércoles, 2 de junio de 2010

En ocasiones...


Un interminable silencio inunda cada rincón, la soledad de los días no deja lugar a presagios e inútiles esperas.
De pronto, siento dedos. Dedos blandos y suaves que se posan en mis hombros y suben y bajan inquietos por mis brazos. Quiero frenarlos y se me escapan. Se escabullen por mi cintura y buscan mi espalda. Los siento recorrerme, me desespero, doy vueltas bruscamente y trato de hallarlos. Me distraigo en la confusión de sensaciones y me sorprendo al verlos reposando en mi pecho. Estática observo como lo recorren delicadamente. No puedo respirar. Siento muy adentro de mi cuerpo un hormigueo.
            Los dedos se unen y se transforman en manos. Manos que aprietan, estrujan… tantean. Manos firmes que van abriendo surcos en mi piel por la fuerza con que la recorren. Y mi piel se abre al roce de esas manos, se deshace y se amolda, dejando al descubierto su fragilidad.
Las perdí de vista, pero las siento en todo mi cuerpo. Me rodean, se adentran en mí, no puedo evitarlo. Perdí la conciencia. Solo siento manos.
Una boca me devora los labios y los inmoviliza. Una lengua acaricia mi lengua y la invita a bailar. Se unen, se enmarañan, se sujetan. Danzan a su propio compás.
No puedo hablar. Mi lengua está exhausta de tanto enredo.
Y esa otra lengua ligera… empieza a recorrer mi cuello, mis pechos. Redescubriendo el camino, da vueltas por mi ombligo y  pasea por mi  vientre. La veo bajar y perderse. Y ya no la veo.
Mientras las manos cómplices atienden su juego.
Escucho una voz que susurra en mi oído palabras que endulzan. Son frases calladas que en tiempo y espacio oportuno buscan ser decidas.
Veo unos ojos que me atraviesan. Los veo mirándome y necesito mirarlos también.
Siento unos brazos que me rodean, me sostienen. Y me llevan al encuentro de un cuerpo.
Me estremezco. Quiere estar más cerca. Tengo urgencia de ese cuerpo, aunque no me sorprende la cotidianeidad con la que se van encontrando…
Se tienen las manos, se tienen las lenguas, las piernas se enredan. Los cuerpos no pueden evitar unirse. Entonces se enlazan.
La respiración se hace una sola, y se vuelve continua, profunda.
Los ojos de tanto mirarse fijamente se hacen uno. Cíclopes dice Cortazar… 
Las bocas, que se encuentran, y desencuentran, se mantienen apenas unidas, hasta que se funden interminablemente.


Siento frío. Tanteo y me descubro empapada en sudor. Mis ojos despiertan y se animan a descubrir el sol. Un suspiro me despabila… los sueños, solo sueños son.
M.