domingo, 3 de noviembre de 2013

Amor invernal

Quiero un amor, pero no de verano. 
Necesito un amor de invierno, que cuando hace frío y se me congelen los pies quiera calentarlos. 
Un amor de invierno que prepare comidas llenas de proteínas, carbohidratos y amor. Un guiso completo, con todo y amor, que de fuerzas y renueve las ganas.
Un amor de invierno bien entendido no le tiene miedo a los temporales, es más, se prepara para ellos llenando la alacena de cosas que parecen inútiles: muchas latas de arvejas, lentejas, cantidad de silencios y mucho de escucha. Porque el amor de invierno sabe que la tormenta no avisa cuando va a venir.
Un buen amor de invierno irradia calor, pero si no logra calentar lo suficiente, no improvisa. Tiene muchas frazadas, guantes y medias de lana. No deja que el frío te congele las ideas, mucho menos el corazón.
El amor de invierno gusta de quedarse en casa, abrazándote esperanzado. Espera, es paciente. Y mientras lo hace prepara chocolate caliente y te entibia las manos, el cuerpo y el alma.

Un amor de invierno es el amor que yo quiero. Intenso.
Porque se sabe que si soporta fríos polares e implacables tormentas, bien puede vivir tranquilo y feliz la primavera, el otoño y el verano.

Igual...sé que un amor de invierno no es sencillo de encontrar, los que abundan son los amores de verano.

jueves, 10 de octubre de 2013

Raro

Ser de otro planeta:
Rareza  inesperada.
Anormalidad encubierta. 
Que tu magia y misterio, jamás sean develados.
Que lo cotidiano nunca te despierte del sueño 
y te vuelva un hombre común.


martes, 2 de julio de 2013

Síntesis

El amor que no es, no será aunque querramos que sea.
( Aún deseo a ese amor que no quiere ser deseado)

Solo queda no desear... no querer más.

Infierno de cielo ( Gioconda Belli)


Velas. Luces.
Fuegos fatuos sobre la mesa de noche.
No el cirio pascual.
Sino el fuego pagano de los ritos druidas.
Adoremos al cuerpo
Santuario inequívoco del verbo y del ser.
Ojos dorados parpadean
en el brillo bruñido del espejo
donde sos mi torre de marfil.

En la redoma ponga el aceite aromático.
Un olor a jazmines almizcle incienso catedralicio
impregna el viento las ventanas de la nariz.
Allá lejos tu cabeza. Tu brazo delineado
La textura de anchas nervaduras. El anverso extenso del pie.
Pies de centauro. Feos tus pies, excitantes. 
Como los casco del unicornio removiendo arbustos con su cuerno de infinitas espirales.

No hay equilibrio más exacto que éste
de un hombre y una mujer 
convertidos otras vez en arcilla primigenia.
Saltan los omoplatos; los fémures se hacen trizas.
La rigidez del esqueleto se abandona a la carne trémula.
La luz de las velas estrella en el espejo visiones míticas.
Medusas. Cíclopes. Saturnos saciados.

No sé donde tus manos
en este laberinto de monstruos magníficos devorándose.
¿Quién sos criatura desencajada que así me despojás
de mi decencia de sacerdotisa?
Tu piel es fluida y candente.
La cera se derrite en los recipientes de cristal.
Chasquea tu boca sobre la mía.

¿O es la llama que chisporrotea?
El fuego encuentra su propio incendio.
Sobre el aceite de la noche
velámenes ardientes lamen el lago quieto
del espejo incandescente.
Allá mi pie.
Las uñas rojas. La imposible extensión de una pierna íngrima.
El paisaje blanco. Las pieles sumergidas en lavas ígneas
resollando borboteando vaporizándose. 
El fuego viene y va con el sonido del mar sobre los arrecifes.

Sobre los cuerpos consumidos, carbonizados.
Se apagan las velas una a una.
Me sacudo el cabello. Me levanto, ave Fénix de las cenizas.
Soy en el espejo, un infierno de cielo.